Casi siempre nuestro nombre dice mucho sobre quienes somos, o, al menos, de dónde venimos. Es frecuente que conocer nuestros orígenes, aquello que nos fundó, nuestra “etimología”, por así decirlo, nos haga entender mejor el alcance de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que queremos ser.
Almería Acoge lleva este “apellido” desde hace 35 años, nos une a una familia desde nuestro origen, y creo que reflexionar sobre el significado de este “apellido” aclara quien quisimos ser desde el principio y cómo nos esforzamos en seguir siéndolo.
Al final todo parecer venir de “capere”. Capere, que venía del latín, se quedó, allá por el año 1.000 como “coger” aunque a finales de 1.200 engendró otra palabra preciosa, “accipere”, porque ya no significaba solo un acto, “coger”, sino que recordaba que todo acto implica una actitud, que no es otra que su significado: “aceptar”. Un poco antes, sobre 1.100, había nacido “acoger”.
No se puede “acoger” nada sin aceptarlo, por eso tiene la misma madre que “escoger” que significa “coger entre varios”. Es normal, entonces, que la actitud de aceptar (en latín “accipere”) proceda también de aquel “capere” y de su hermano “recipere” que en castellano dio en “recibir” y también, claro, recibimiento, recepción, o esa otra tan preciosa: “receptáculo”. Y para reforzar la imagen de que recibir, ser receptáculo, es tan sano para las personas, comparte origen desde 1.600 con receta (“recepta”) “las cosas tomadas para hacer un medicamento”.
A todo esto, comencé a escribir estas refelxiones con mi “Juan Corominas” en una mano y el bolígrafo en la otra, porque la RAE dice que “acoger” es un verbo transitivo, porque para tener todo el sentido requiere de un complemento directo, en este caso siempre mejor “alguien”: dicho de una persona, admitir en su casa o compañía a alguien”; también “refugiar o dar albergue”.
Siempre me ha parecido un verbo espléndido, pero ahora aún más, cuando recuerdo su parentesco con esa actitud de aceptar; aceptar como requisito para acoger, para recoger, para recibir, para mirar a la persona igual, parecida o diferente como alguien que me ofrece esa medicina de ser receptor y receptáculo de su historia, de su vida, receptor de otras formas de contar los cuentos o de cantar amores, también de llorar las penas y de buscar hombros amigos.
La identificación personal con nuestro apellido Acoge, es lo que hace que me escandalice cuando alguien se niega o se resiste a acoger a las personas que lo necesitan, sean menores o adultas. No se puede despreciar la mejor de las oportunidades para crecer como persona. Recordar nuestro origen etimológico debería llevarnos siempre a agradecer, sobrecogidos, cada ocasión que tengamos de aceptar, acoger, recibir, tantas personas que nos convierten en receptáculo de tantos sueños.
Juan Miralles