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SEMANA CONTRA LA POBREZA. MUERTES EN EL ESTRECHO

Esta semana la plataforma Almería Contra la Pobreza, de la que Almería Acoge es parte, está celebrando la semana contra la pobreza. Desgraciadamente hemos tenido que unir a esta celebración una concentración por la Muertes en el Estrecho, ya que ha habido tres nuevos fallecidos.

El lunes participamos en el encuentro interreligioso donde lo que más destacó fue la necesidad de aprender a convivir entre las distintas religiones, el rechazo absoluto a las guerras y, especialmente, aquellas que dicen basarse en motivos religiosos.

Una vez más nos vemos obligados a hacer coincidir la celebración del Círculo de Silencio y la concentración “No más muertes para llegar a Europa”, porque la muerte de quienes solo buscan mejorar su vida, continúa convocándonos con su grito sepultado en el agua.

Nos hemos convocado esta tarde para lanzar un mensaje en silencio. Un mensaje de indignación y de solidaridad, silencios de rabia y de compasión, silencios de duelo y pésame y mensajes de unidad y lucha por la justicia.

Guardaremos silencio porque durante este año 2024 han fallecido en las costas españolas 4.890 personas, 4.808 intentando llegar hasta canarias, 82 en las costas de esta parte del Mediterráneo.
Hace un par de semanas murieron 57 personas, en Canarias en la isla de hierro tras naufragar la patera en la que viajaban, esta ha sido considerada la mayor tragedia migratoria que ha vivido esta isla en las 3 últimas décadas, la semana pasada un nuevo muerto y no se sabe cuántos desaparecidos en la costa de Almería. Ayer mismo, tres nuevas vidas desaparecieron bajo el mar frente a las playas de Garrucha, tres nuevas personas sepultadas en la fosa común del mar mediterráneo, una fosa común que, como todas las fosas comunes, está llena del producto de la injusticia, que, como todas las fosas comunes, oculta los cuerpos de quienes han sido descartados por el sistema, dejados en la cuneta genocida de nuestras bien protegidas fronteras.

CANCIÓN: UN MILLÓN DE SUEÑOS (Cecilia)

No conoceremos sus nombres, ni sus apellidos, esta tragedia repetida, estas muertes, se envolverán, como otras, en la amalgama bárbara de la anestesia colectiva en la que se ha convertido el recuento anónimo de cadáveres.

Pero no podemos conformarnos. Todos los muertos tienen nombres y apellidos y tenían la esperanza de encontrar aquí lo que en sus países no tenían: la paz, comida, un trabajo, una casa. Este mes, en Andalucía, ha subido el paro, mientras crecen las alertas de la patronal del metal o de la construcción, de que hay muchas vacantes, puestos de trabajo que no se cubren, que aquí cuesta mucho encontrar peones, operarios, por eso miran ya hacia otros países, hacia posibles trabajadores extranjeros que quieran asumir los trabajos que no se cubren con mano de obra local.

Entonces si nos acordaremos de ellos, entonces si nos acordaremos de estos muertos, entonces sí importarán sus nombres y apellidos, aunque algunos hoy ni se dignen a levantarse durante 1 minuto de silencio para recordar Nosotros, quienes estamos esta tarde aquí, no queremos ser contados entre quienes no se estremecen ante el sufrimiento y la muerte. No guardamos un silencio cómplice, nos concentramos para hacer un silencio acusador, silencio digno, silencio indignado ante la injusticia.

CANCIÓN: LA VOZ DEL SILENCIO. (Salomé Arricibita).

Dentro de muy poco, celebraremos el día de todos los santos y nos uniremos en el recuerdo de todos los difuntos, ojalá tengamos un recuerdo para todos estos muertos que honramos ahora con la poesía de Pilar del Rio.

Y, una vez más, unimos nuestro silencio respetuoso y nuestra voz para repetir juntos estas reivindicaciones:

– Mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de esta injusticia que supone
tantas muertes para llegar a Europa.
– Exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir esta vergüenza,
y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar.
– Exigimos que los distintos gobiernos, abran vías seguras de migración para las personas que se ven
forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias.
– Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para
identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares.

Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana, y nuestras
administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.

NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA
POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO

CIRCULO DE SILENCIO: NO SE TRATA SOLO DE MIGRANTES

Almería Acoge fue la encargada de conducir el Círculo de Silencio del mes de Diciembre de la Plataforma Almería Contra la Pobreza. El Círculo se dedicó especialmente a la situación de los migrantes ya que el 18 de Diciembre se celebra el Día Internacional del Migrante. Con un manifiesto y una canción quisimos llamar la atención sobre los migrantes.

MANIFIESTO DE CÍRCULO DE SILENCIO. DICIEMBRE DE 2019

El calvario de las personas migrantes y refugiadas de cualquier edad no acaba con su llegada a suelo europeo. Hasta alcanzar la necesaria tarjeta de residencia o el permiso de trabajo nuevas vallas y concertinas le aguardan: las barreras de la espera interminable o de los obstáculos administrativos múltiples, las mil y una trabas burocráticas de una administración descoordinada y sin interés. Certificados de empadronamiento, documentación que acredite el arraigo, idas y venidas en laberintos documentales, la búsqueda en la maraña administrativa del último escrito que le autorice a ser persona, a no andar con miedo, a no ser explotado, a no estar escondido salvo en horas de trabajo.

Luego vendrán las otras fronteras, más duras aún, las vallas del miedo, del desprecio, del recelo, de no encontrar sitio como personas en la ciudad, en el pueblo, en el campo en el que esperaban reconstruir su vida.
No existe en el Estado español un sistema integral de acogida, pues en las políticas migratorias prevalece la lógica del control y la gestión de los flujos de seres humanos; a ese control dedica el Estado la mayor parte de sus recursos y energías, como dedica la mayor parte de la sociedad las suyas al rechazo, a los bulos, a la sospecha o, cuando menos, a la despreocupación más absoluta.

Y para esta fría racionalidad controladora, las personas son números y curvas estadísticas, no tienen cuerpo ni hambre, no pasan frío, no tienen miedo. Hemos encerrado el dolor en datos, en estadísticas, en cifras, en gráficos, en cuadros, en programas informatizados. Miramos el dolor como dato, no como la experiencia
personal de un sujeto individualizado y sufriente, que dejó jirones de su piel al saltar esas murallas de la infamia, que son las concertinas.

Así es como en el supremo ejercicio del derecho estatal a controlar su territorio se pisotean diariamente los derechos fundamentales de las personas, como no ocurre en ningún otro ámbito de la realidad social. Así es como para los medios xenófobos de la desinformación el último inmigrante ahogado o el penúltimo niño desamparado que duerme en la calle no son más que una parte de la oleada, de la avalancha, no son personas, son indocumentados, no son menores, son menas. Y esto es lo que ha calado en una sociedad despreocupada o empeñada en cargar sobre estas personas la culpa de su deteriorada y mediocre humanidad. La capacidad de acogida no es una cuestión técnica, numérica o estadística, sino la opción política preferente por los derechos humanos de las personas, y la opción más humana por la vida de quienes llegaron a este lado del mundo huyendo de la violencia, de la pobreza o de la injusticia.

Despojados de su humanidad al reducirlos a datos estadísticos, asimilados a seres inertes al equiparar su llegada a fenómenos devastadores de la naturaleza (oleada, avalancha), privados de su inocencia al criminalizar las conductas de niños desamparados, la única justicia reparadora para migrantes, refugiados o menores es que la ley les devuelva su humanidad y nosotros la justicia.

Por eso, recordamos una vez más a quienes murieron intentando llegar. Durante 2019 son, al menos, 665 las personas que han muerto en el mar en la ruta hacia España. 63 solo la semana pasada. Hoy tenemos también un silencio en su recuerdo.

Y hoy recordamos también que no lo hacemos solo por ellos, por los que murieron intentándolo y por los que consiguieron llegar y ahora nos interpelan con su presencia, sino también por nosotros, porque:

NO SE TRATA SOLO DE MIGRANTES

Las sociedades económicamente más avanzadas desarrollan un marcado individualismo que produce la globalización de la indiferencia. En este escenario, las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de trata, que sufren conflictos violentos, guerras, injusticias y discriminaciones, se han convertido en el emblema de la exclusión. Además de soportar todas estas dificultades, les consideramos responsables de los males sociales. Sin embargo, la presencia de estas personas en situación de vulnerabilidad representa una oportunidad para recuperar algunos de los valores de nuestra humanidad:

No se trata sólo de migrantes, también se trata de nuestros miedos.

La maldad y falsedad de nuestro tiempo acrecienta nuestros miedos al otro, al desconocido, al marginado y forastero. Cuando el miedo condiciona nuestra forma de pensar, nos convertimos en seres cerrados, privándonos del encuentro con aquella persona diferente, privándonos de abrir el corazón, privándonos de humanidad.

No se trata sólo de migrantes, se trata de la caridad.

En todas las religiones, a través de las obras de caridad se muestra la fe. En estos momentos en los que muchas personas que se dicen creyentes olvidan que no es posible serlo apoyando a quienes están en contra de los más débiles, recordamos que la mayor caridad que podemos ejercer es con quienes no pueden corresponder. Están
en juego nuestros valores. Se pone en evidencia nuestra aparente felicidad, enferma porque está construida al margen de la realidad y a costa, muchas veces, del sufrimiento de los demás. No cedamos ante la lógica que justifica el abuso de los demás para el beneficio propio.

No se trata sólo de migrantes, se trata de nuestra humanidad.

Sentir compasión significa reconocer el sufrimiento del otro y pasar a la acción para aliviar y curar. Sentir compasión significa dar espacio a la ternura que la sociedad actual reprime. Abrirse a los demás enriquece, ayuda a ser más humano.

No se trata sólo de migrantes, se trata de no excluir a nadie.

No hay muchos países pobres, hay muchos países empobrecidos que siguen agotando sus recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos privilegiados, de los países que robamos o aprovechamos esas riquezas y nos llamamos desarrollados. Las guerras afectan a unas pocas regiones del mundo, pero la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones que después rechazan hacerse cargo de las personas refugiadas que dichos conflictos generan. Quienes sufren son siempre los más vulnerables. El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres, promoviendo su crecimiento integral
con plenas oportunidades y derechos, y preocupándose por las generaciones futuras.

No se trata sólo de migrantes, se trata de todas las personas.

En cada actividad política y social debemos poner en el centro siempre a la persona en sus múltiples dimensiones. Toda persona tiene derecho a ser tratada con igualdad. El desarrollo implica promover a todas las personas de forma integral. Se trata de que podamos ayudar y reconocer en las personas migrantes, si son acogidas y respetadas, una ocasión para construir una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario y un mundo más fraterno.

La respuesta al desafío de las migraciones se puede resumir en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Pero no solo aplicados a las personas migrantes y refugiadas, sino a toda persona excluida en situación de vulnerabilidad. No solo está en juego la causa de los migrantes. A través de las personas migrantes y refugiadas, de la postura que tengamos ante ellas, estamos llamados a liberarnos de la indiferencia; y a construir un mundo más justo y más humano.