Soy madre, soy muy pobre, vivo en una zona rural y de pequeña no pude ir a la escuela.
Parí a mis hijos con ternura y dolor, tengo cuatro: 3 niñas y un chico.
Con 17 años, mi hijo decidió que tenia que hacer algo para ayudar a la familia, con 17 años mi hijo como todos los hijos del mundo, tenía sueños, tenía ilusiones, tenía esperanzas… pero no en el pueblo. él vio que tenia que emigrar, y con un dolor inmenso en mi corazón tuve que dejarlo ir, me parecía tan pequeño, tan indefenso, hoy sé que mi hijo puede con todo.
Mi hijo se subió en una patera y se fue a España, en muchos días, que me parecieron una eternidad, no supe nada de él, después he sabido que estuvo un tiempo en un centro de menores, de ahí salió a la calle con 18 años y se tuvo que buscar la vida; en todo ese tiempo no pudo ayudar a la familia, a mi eso no me importaba, solo me preocupaba que estuviera vivo, que estuviera bien.
Mi hijo fue buscando ayuda y dio con una asociación que podía ayudarle, lo recibió una mujer supo ver su necesidad y su potencial, y le solicito poder entrar en una casa para mayores de 18 años.
Hoy sé que mi hijo fue acogido en una casa que compartía con otros chicos, no tuvo que seguir en la calle, solo, con miedo y con frío, tuvo la oportunidad de arreglar sus papeles y de conseguir un trabajo.
Hoy ha venido de nuevo a mí, ha venido a su pueblo, a su casa y mi alegría ha sido inmensa, llevaba seis años sin verlo, sin poderlo abrazar, sin poderlo besar, y hoy es para mí día de fiesta, llamé a las vecinas para que lo vieran, llame a mi familia para que supieran que él había vuelto, es día de fiesta.
Después llamé también a las personas que lo habían cuidado al otro lado del mar, vi sus rostros, les di las gracias, le agradecí a esa mujer que fuera capaz de ver a mi hijo como si fuera el suyo, me siento unida a ella en esa solidaridad de mujeres que aunque no nos conozcamos, aunque nos separe el mar, el idioma, la cultura… nos nace de dentro. No nos entendíamos porque no hablamos el mismo idioma, pero sí que los de allí y los de aquí entendimos que mi hijo nos une, nos hermana.
Ojala ninguna madre tenga que vivir el dolor de ver a sus hijos partir, pero si no tienen más remedio, ojala se encuentren en su camino personas como estas que les ayuden, les acojan, que comprendan su dolor y el mío, el dolor de un hijo al partir y el de una madre al despedirse y que de este dolor pueda hacer nacer a través de la solidaridad puentes entre las personas y las culturas, que vayan más allá de las fronteras, que este dolor nos haga ser y sentirnos más humanos.
Este abrazo y esta historia son reales; la vivimos hace unos días desde el proyecto de inserción laboral y social para jóvenes inmigrantes que hayan estado bajo medidas del sistema de protección menores de la Junta de Andalucía, que desarrolla la Federación Andalucía Acoge a través de su entidad socia Almería Acoge en Almería. A lo largo de 2 años de proyecto han pasado por las casas de acogida 140 chicos que, como el hijo de esta madre, han encontrado un hogar, recibido protección, cariño, acompañamiento en su maduración y crecimiento personal; han tenido la posibilidad de documentarse y de encontrar un trabajo y, por tanto, de conseguir integrase en nuestra sociedad, y ayudarnos a todos a ser más humanos y más solidarios.
Pilar Castillo