Con el lema «Ciudadanía comprometida, sociedad de derechos», tuvimos este fin de semana pasado, en la monumental ciudad de Córdoba, la XXXIV Asamblea de la Federación Andalucía Acoge. Han sido dos días muy productivos tanto en lo referente a dar respuestas o, por lo menos, vislumbrarlas, como a nivel interno donde seguimos con nuestro proceso de madurez. La acogida por parte de APIC, la asociación anfitriona, ha sido excepcional, un ambiente cálido (… y caluroso) y un entorno precioso.
Inauguración de la AsambleaEl equipo de Almería casi al completo
Iniciamos, después de la inauguración, con una mesa redonda donde, sabiendo que partimos de un ambiente social complejo y que en algunos casos se vuelve hostil, hemos trabajado algunos aspectos que, como ciudadanía comprometida, debemos conocer e implicarnos en lo que se refiere a las «nuevas» políticas migratorias. Políticas que ciclicamente se repiten con matices que suelen ir a peor. Moussa Mohammad al-Jamaat, coordinador de la revista Baynana y Beatriz Suarez del área de incidencia de la Federación nos ayudaron destacando algunos aspectos importantes de la sociedad actual y la política actual. Frente a una sociedad que en su mayoría es acogedora, no encontramos grupos que tratan de criminalizar la migración. Ante esto tenemos que tener unos discursos adecuados y actualizados.
Lectura del manifiestoConfraternizamos con CEAIN
La segunda parte fueron unos talleres:
El impacto en nuestra intervención social y cómo prepararnos para ello
Cómo orientar nuestra comunicación a la ola reaccionaria
Cómo hacer sostenibles nuestras organizaciones en tiempos inciertos
La tarde se cerro con una monólogo impresionante sobre el proceso migratorio y con la lectura de un manifiesto:
La paz se construye desde abajo, garantizando derechos, igualdad y reconocimiento para todas las personas. Porque ninguna persona es ilegal.Porque nadie debería ser perseguido por buscar un futuro mejor.Porque la humanidad va antes que cualquier frontera.
A continuación vino la parte asamblearia donde se tomaron decisiones importantes y se produjo el relevo de los cargos de la Junta Directiva.
Una Asamblea importante como decíamos al principio que debe ir dando sus frutos a lo largo del año. Desde Almería Acoge queremos agradecer de nuevo a APIC por su esfuerzo y el cariño que le han puesto a la organización.
Todas las banderas son rojas; un rojo oscuro, un rojo oscurecido por el tiempo; banderas manchadas de rojo, de rojo oscuro, rojo de sangre. Todas las banderas están manchadas de sangre, de sangre de los otros, siempre de sangre de los otros. La sangre de los nuestros se lava; se blanquea con laureles y medallas, la sangre de los héroes es transparente.
La otra, la sangre oscura que mancha todas las banderas, todas las fronteras, siempre es de los otros, “que la sangre impura empape nuestros surcos” dice el himno del país vecino. Todas las banderas son rojas, “todas las banderas son carnívoras”, las banderas sirven, sobre todo, para hacer la guerra, para señalar lo nuestro frente a los otros, nuestro suelo, nuestras gentes, nuestro credo, nuestra lengua, nuestra historia, nuestro bolsillo, nuestro dinero, nuestra patria, nuestro todo… todo menos la sangre, que será de los otros.
Ahora vivo a costa de un millón de muertos, un millón de tumbas, un millón de espectros Ahora vivo a costa de un millón de cuerpos un millón de sombras, un millón de sueños. Cuánta tumba, ya no hay tierra, para cavar en ella, para dejar sin nombre tanto hombre. Cuántos nombres quedan fuera, por nuestras banderas Cuántos hombres cuestan las fronteras Ahora vivo a costa de un millón de muertos… Cuánta sangre se ha perdido, cuánto honor herido en estas guerras crueles sin laureles Cuánta hambre se ha pasado, hambre por cada lado, hambre de paz, hambre de hombre honrado. Ahora vivo a costa de un millón de muertos… Cuántas lágrimas lloradas para lavar las llagas para olvidar los muertos con el tiempo. Cuántos ojos, cuántas caras, cuántas vidas cortadas cuántas ilusiones enterradas. Ahora vivo a costa, de un millón de muertos…
Es la misma sangre, porque es la misma hambre. La misma hambre la que volcó la semana pasada aquella barcaza en Canarias y llevó a la muerte a 3 niñas y 4 mujeres; la misma hambre la que ayer y antes de ayer y seguramente hoy hacinará a hombres mujeres y niños de Gaza en corrales para ganado esperando un trozo de pan, una ayuda que mate al hambre… y encontrarán más metralla, más disparos, más soldados, más odio, más muerte.
Es la misma hambre la que empujaba la pequeña patera que el lunes pasado sembraba la cala de la maroma en Nijar de personas extenuadas y un nuevo muerto. Es la misma hambre que empuja a quienes huyen por todo el mundo, de Ucrania, de Rusia, de Mali, de Burkina Faso, de Sudán, de Somalia, de Yemen, de Myanmar, de Nigeria, y así hasta los 56 conflictos armados activos en el mundo, con 92 países, 92 banderas implicadas.
Son millones quienes huyen, quienes cruzan la tierra y el mar para escapar de banderas que luchan contra banderas, y más millones quienes huyen del hambre, de la injusticia, millones los que huyen y encuentran la cerrazón, la espalda del mundo, la muerte, el mar como frontera, alambres como frontera, muros como frontera, silencio como frontera, mirar hacia otro lado como frontera, intereses económicos como frontera… fronteras que nos mantienen tranquilos, callados, comidos, bebidos, dormidos.
Que no sea así entre nosotros, que se escuche nuestro silencio que no es cómplice sino altavoz del hartazgo, del asco, del rechazo que producen tantos repugnantes genocidios, causados por el mismo ciego egoísmo de quienes olvidan que, al otro lado de la frontera, al otro lado del mar, al otro lado de nuestras cicateras legislaciones, hay una hermana que muere, un hermano que sufre y que nos recordará siempre nuestro crimen.
Utilizamos la poesía de Pilar del Rio para expresar nuestra solidaridad con todas estas personas. Mi hijo muere cada tarde en el mar….
Y, una vez más, unimos nuestro silencio respetuoso y nuestra voz para repetir juntos estas reivindicaciones:
– Mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de la injusticia que supone tantas muertes. Y pedimos que se detenga de forma inmediata el genocidio en Gaza.
– Exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir la vergüenza de las muertes para llegar a Europa, y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar.
– Exigimos que los distintos gobiernos, abran vías seguras de migración para las personas que se ven forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias.
– Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares.
– Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana, y nuestras administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.
NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO
Si la costra de la costumbre que nos inmuniza aún no nos ha cubierto por completo, seguro nos han llamado la atención las palabras utilizadas por la prensa la semana pasada al hablar de los nuevos naufragios hace ocho días en las playas de Níjar: “lanzados al mar” “un número indeterminado de personas” “se investigan las circunstancias”.
Me atrevo a decir que pueden ahorrarse la investigación. Las circunstancias que han provocado estas muertes son de sobra conocidas, son las mismas que, desde hace tantos años, han lanzado al mar y han llevado a la muerte a más de 31.000 personas en el mediterráneo desde que se tienen registros. Son las mismas necesidades de pan y de justicia, la misma huida de hambres, guerras y usurpación de recursos materiales las que lanzan al mar a estas personas.
Llevamos más de veinte años, concentrándonos, diciendo “no más muertes para llegar a Europa”, denunciando lo injusto de la muerte de hombres, mujeres, niños y niñas, muertes que no tienen sentido, que nos siguen recordando el mundo insolidario que hemos creado. En un mundo que ya no se estremece aunque se masacren países enteros como Gaza, o que no critica que se invierta el dinero que haga falta para agotar antiguo armamento y probar nuevo como en Ucrania; estas muertes nos recuerdan que nos estamos volviendo insensibles ante los dramas cotidianos. Estas personas “lanzadas al mar” por la injusticia y la desesperación nos recuerdan que cada vez perdemos más nuestra humanidad, nuestra capacidad de estremecernos ante el dolor humano.
Pero a pesar de llevar años concentrándonos y de que nada cambie, seguimos creyendo en la necesidad de actuar, de trabajar junto a quienes nos recuerdan que “el futuro se decide, en buena medida, hoy”, nuestras actitudes y acciones de hoy conforman el futuro, “es por eso por lo que el futuro nos transforma”, porque nos empuja a ser consecuentes, a concentrarnos una tarde más aquí, denunciando nuevas muertes injustas, porque junto a la solidaridad por el dolor de estas personas con nuestro compromiso defendemos nuestra dignidad como personas, porque queremos conseguir un mundo más justo, más humano, más solidario, por eso estamos aquí construyendo futuro.
Y así, mostramos nuestra repulsa ante este sistema injusto y nuestra solidaridad con sus víctimas, guardando un minuto de silencio. Y recurrimos de nuevo a la poesía de Pilar del Rio para mostrar nuestra indignación.
Al final leímos tod@s juntos nuestras reivindicaciones
Mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de esta injusticia que supone tantas muertes para llegar a Europa.
Exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir esta vergüenza, y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar.
Exigimos que los distintos gobiernos abran vías seguras de migración para las personas que se ven forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias.
Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares.
Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana, y nuestras administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.
NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA POR UN MEDITERRANEO SOLIDARIO
Esta mañana, sin mediar palabra aparece una retro excavadora en el Puche, es una máquina de hierro enorme que sirve para derribar, las hemos visto en la guerra de Gaza.
Salta la alarma porque la máquina no va sola, viene acompañada de la policía. Esto significa que algo se va a hacer. Y, en efecto algo hace, nos dicen que va a «limpiar», y pensamos al principio que van a recoger basura; pero no, es uno de esos giros de nuestro idioma: “limpiar”, magnifica palabra que en este caso se usa para describir un desalojo, ¿qué es lo que se limpia?
Sin mediar, sin dar ninguna alternativa, se disponen a tirar las viviendas de unas personas que, ciertamente merecen algo mejor, pero que al menos tenían «algo» bajo lo que cobijarse. Su único techo desaparece; su vivienda -para nosotros infravivienda- cae bajo la implacable máquina, ante la impotencia y la indignación de los vecinos y vecinas que no entienden por qué se invierte dinero público en derribar estas viviendas cuando hay tanto que arreglar en El Puche.
Seguimos con la misma política: esconder la pobreza, invisibilizarla. Queda muy mal que un país desarrollado como España siga teniendo chabolas, infraviviendas, espacios indignos donde hay personas viviendo. Pero la pobreza está ahí, más o menos escondida pero la tenemos; es una realidad que hay que atajar desde las políticas de vivienda de forma valiente, no escondiendo esta realidad.
Hay que defender la dignidad de las personas. Nosotros creemos que tienen que desaparecer los asentamientos, las chabolas, los garajes utilizados como vivienda, las infraviviendas … pero no ocultando las condiciones en que viven estas personas, sino dándoles una alternativa habitacional.
Seguiremos atentos e informaremos de los pasos que de el Ayuntamiento de Almería en este sentido ya que para hoy se iba a seguir con los desalojos y la «limpieza».
¡Qué tiempos!, dicen los viejos, ¡qué tiempos nos ha tocado vivir!. Para los jóvenes, sin embargo, no son ni buenos ni malos tiempos, viven desde la inmediatez de las redes sociales, viven desde la felicidad o la desesperación, a veces sin cerebro, que da sentirse aceptado o rechazado socialmente.
A todos, la sociedad nos hace vivir solo el momento, lo efímero, vidas hechas de instantes, sin pasado y sin futuro, vivimos desde el mí, me, conmigo mismo, del individualismo salvaje y desde la convicción del “consumes, luego existes”.
Sin embargo, para los que vivimos en los márgenes de la sociedad, para los excluidos, para las excluidas, todo se complica un poco mas porque queremos vivir como los demás, en lo efímero, en la inmediatez y la aceptación en las redes sociales, estamos empapados hasta los huesos, como el resto, de individualismo y de consumismo, pero nos sabemos al margen, expulsados de una sociedad a la que queremos pertenecer pero que no nos quiere.
En mi barrio hace años que dejó de entrar el autobús y ya nadie pelea por él, en mi barrio mi hija se puso muy enferma a las 3 de la mañana y al llamar a la ambulancia me contestaron que, si tenia coche que la llevara a urgencias, que a esa hora la ambulancia no iba a venir al barrio, me sentí vulnerable y desprotegida, la vida de mi hija parece que no vale nada porque vivo en la exclusión, y la rabia me sube un instante hasta el corazón y la mente, me sube hasta la garganta y grito, pero mi grito está solo, y se queda ahogado en la desesperanza.
Estoy cansada de sentirme marginada, estoy cansada de sentir que mi vida no va a cambiar, cansada de escuchar a mis vecinas decir que no tienen suerte, quizás no es suerte lo que necesitamos, sino esperanza. Estoy cansada de aprender la desesperanza, necesito aprender a tener esperanza en mi vida, necesito ver esperanza en los ojos de mis vecinos y vecinas, en los ojos de los jóvenes y de los niños.
Necesito que comience un tiempo de esperanza, de esa esperanza que no sea una mera ilusión, que no sea como un cohete que estalla en el cielo y por un instante ilumina nuestras vidas con múltiples colores, necesito de esa esperanza que nos anime a seguir adelante, buscando nuevos caminos, nuevas formas de vivir y convivir, de esa esperanza que me hace sentirme y ser persona, y además persona junto a otros.
Necesito sentirme esperanzada, sentir que podemos hacer entre todos que en mi barrio las cosas cambien. Que entre el autobús al barrio, que recojan la basura, que tengamos al menos papeleras, que venga la ambulancia cuando hay una urgencia, sea la hora del día o de la noche que sea. Sentir que mi hija puede tener un futuro mas allá de la pantalla del móvil y de la basura de la calle, mas allá del consumismo y de las fakenews, mas allá de sentirse excluida porque es pobre, o porque es inmigrante.
Sí, inequívocamente, lo que yo necesito, lo que mi hija necesita, lo que necesita mi barrio es ESPERANZA.
La Asociación ha acogido la reunión de Jesús Maeztu, Defensor del Pueblo Andaluz, con la Mesa del Tercer Sector de Acción Social de Níjar.
Las diez organizaciones sociales que forman la Mesa del Tercer Sector de Nijar se han reunido en la Sede de Almería Acoge con el Defensor del Pueblo Andaluz. Los temas tratados se han centrado en la preocupación por lo que las entidades participantes interpretan como incumplimiento reiterado de la legislación vigente por parte del Ayuntamiento de Níjar en cuanto al empadronamiento de personas que residen en su termino municipal. Se trata de una realidad ya conocida, ya denunciada con anterioridad y que vuelve a repetirse incomprensiblemente, ya que ajustar el padrón a las personas que realmente residen en un municipio solo trae ventajas para toda la población (baste recordar, por ejemplo, que la dotación de servicios fundamentales como la sanidad pública depende del número de personas empadronadas), mientras que la dificultad de acceso al mismo es una traba importantísima para el proceso de normalización e inserción social, documental y laboral de las personas inmigrantes, ya que no les permite ser sujeto de derechos fundamentales.
Así mismo, el Defensor se ha manifestado muy preocupado por la falta de alternativas de alojamiento ante el próximo desalojo de un asentamiento también en Níjar. Por más que no haya sido promovido por el ayuntamiento sino por el propietario del terreno, sigue siendo competencia de la administración local procurar que nadie quede en situación de calle tras un desalojo, y más cuando afecta directamente a varias familias con menores a cargo.
El Defensor del Pueblo ha manifestado su reconocimiento por la preocupación y el trabajo que las organizaciones miembro de esta Mesa hacen en beneficio del municipio de Níjar en su conjunto. Reiteramos nuestro agradecimiento a la dedicación y el esfuerzo que el Defensor, junto con sus asesoras, sigue prestando a nuestra provincia.
«Los días pasan y no suelen ser muy diferentes. Esta noche no he podido dormir. Me he levantado a las cinco de la mañana, inquieto. He ido al salón de mi casa, he encendido la televisión, he sacado de la nevera una botella de agua fría y he mirado las noticias en el móvil hasta que ha sonado el despertador. Ya estaba despierto, pero necesitaba despejarme, así que me he dado una ducha caliente. Después, he bebido otro vaso de agua y he comido un trozo de pan. No tenía mucha hambre. Al terminar, me he cepillado los dientes, he bajado al garaje, he cogido mi coche y he ido al trabajo.
Al llegar, he encendido el ordenador, revisado los correos y, como todas las mañanas, he ido con mis compañeras al bar de al lado a tomar café. Allí ya nos conocen; saben cómo me gusta el café y el trato es familiar.
Pero pronto me he dado cuenta de que no era un día normal. El teléfono no paraba de sonar: llamadas de distintos medios que querían la opinión del director sobre el desalojo que está a punto de suceder el 25 de febrero en una finca privada situada en el paraje Los Bojares, en Níjar (Almería). En esta ocasión, no es una entidad pública la que reclama el suelo, sino el propietario, que quiere recuperar la finca para su uso.
En ese asentamiento viven 60 personas, incluidas familias con menores. Son personas que trabajan. Niños que van a la escuela. Padres y madres que cuidan de sus hijos. Son trabajadores agrícolas que se levantan todas las mañanas para sostener el campo almeriense: ese que tantas alegrías nos ha dado y que, al mismo tiempo, castiga a tantos otros.
Esta mañana, ellos no han seguido el mismo proceso que yo. No han encendido la luz porque no tienen. No han abierto el grifo para beber agua potable porque no hay. No han sacado comida de un frigorífico porque, si lo tienen, es con la inestabilidad de un tendido eléctrico precario, insuficiente para 60 personas.
Hoy han despertado con la noticia de que perderán su hogar. Porque, dentro de la precariedad y la vulnerabilidad, ese sigue siendo su hogar. Tan digno como las mansiones de aquellos para quienes trabajan.
Algunas familias han decidido dejarlo todo —lo poco que les queda— e irse a Murcia en busca de una nueva vida. Otras intentarán sobrevivir en otros asentamientos de la zona.
La justicia sigue su curso y su respuesta es lícita. Pero la respuesta de la administración es, como de costumbre, ausente. Un desalojo siempre debería ir ligado a un realojo.
El campo almeriense sobrevive gracias a la mano de obra de miles de migrantes que trabajan en un sector del que los españoles se alejaron hace tiempo. Algo debe de estar pasando en el campo para que los únicos que quieran trabajar en él sean aquellos que no tienen otra opción.
Después de tantas llamadas y las explicaciones de mi jefe, he salido tarde del trabajo. Una mujer del barrio, agradecida por lo que hacemos, nos ha traído cuscús para todo el equipo. Hemos comido juntos, al estilo africano, todos del mismo plato.
Al terminar, he cogido el coche y he vuelto a casa. Me he tumbado en mi cómodo sofá, luego he salido a pasear para despejarme y después he vuelto al mismo sofá. Me he preparado la cena y, tras comer, me he puesto a escribir.
No he dejado de pensar ni un solo momento que todo el revuelo de hoy es la realidad diaria de miles de personas. La única diferencia entre ellos y yo es que he tenido la suerte de nacer al otro lado del Mediterráneo.
Y mientras escribo, con todas las comodidades del mundo rico, me pregunto: ¿qué está pasando por la cabeza de nuestra sociedad para que siempre culpemos de todos los problemas a los más vulnerables?
Tenemos miedo de perder la cultura europea. Pero si la respuesta ante la injusticia es señalar al más débil, quizás el problema no sean ellos. Quizás el problema sea nuestra propia cultura.»
Queríamos empezar esta reflexión con algo que nos recuerda la UNESCO: «La migración es un fenómeno mundial impulsado por muchas fuerzas. Estas comienzan con aspiraciones de dignidad, seguridad y paz. La decisión de salir de casa es siempre extrema y, con demasiada frecuencia, el comienzo de un viaje peligroso, a veces con un final fatal».
Queremos aprovechar este día para volver a poner la reflexión de un grupo de chicos que han hecho ese viaje peligroso y que nos recuerdan todo lo que han perdido en el y todo lo que su tierra está perdiendo. Una reflexión muy profunda.
«Soy África. Todos me conocen y saben dónde estoy. Soy hermosa por dentro y por fuera; tengo desiertos infinitos, selvas y ríos que cuentan diferentes historias. Pero también llevo cicatrices que crecen cada día, ausencias que duelen y sueños que nunca vuelven.
Tengo una pena en lo más profundo de mi corazón porque mis hijos me dejan con la esperanza de encontrar algo mejor, y muchos no regresan a mí. Mis hijos buscan aquello que no encontraron en mi seno, no porque yo se lo haya negado, sino porque el mundo me ha saqueado y me ha olvidado. Cada día los veo partir, sabiendo que algunos nunca volverán, sabiendo que las olas reclamarán sus vidas antes de que puedan tocar otras tierras. Aunque algunos logran llegar, mis llantos son por aquellos cuerpos que flotan en el mar sin ninguna dirección.
El mar debería ser un puente para cruzar, pero se ha convertido en un cementerio de almas y sueños. Conozco cada cuerpo que se hunde en sus aguas. Sé sus nombres, sus historias, sus anhelos y sus ilusiones. Eran madres, padres, hermanos, hijos. Eran mis hijos. Y el dolor de perderlos me atraviesa el alma como un cuchillo afilado. ¿Dónde está la justicia para ellos? ¿Por qué sus vidas valen menos solo porque nacieron en mi suelo?
Soy rica en recursos, en cultura, en historia, pero también soy prisionera de la codicia humana y de la indiferencia de un mundo que cierra los ojos a mi sufrimiento. Me pregunto cuánto más debo llorar por mis hijos antes de que se entienda que ellos no emigran por elección, sino por necesidad. Cada patera que se pierde, para el mundo es solo un número más, pero yo no los olvido. Los llevo en mi corazón, aunque el mundo los deje atrás. Cada ola que veo y siento me recuerda a esos hijos e hijas que perdí porque buscaban un futuro mejor.
Mis lágrimas brotan porque sé que merecían algo más que una muerte solitaria. Me rompe el corazón ver familias destrozadas, hijos huérfanos, mujeres y niñas solas. Y mientras el mundo siga ignorándolos, mi llanto no cesará, porque ellos son y siempre serán parte de mí».
El pasado 29 de noviembre, nos llegaba la noticia de otras nueve personas que han ahogado sus sueños en el mar, nueve nuevas vidas perdidas en el mar de la injusticia y la desesperación. Dos cadáveres aparecieron el mismo día, otros siete forman parte de la larga lista de desaparecidos.
Por eso, una vez más, nos vemos obligados a hacer coincidir la celebración del Círculo de Silencio y la concentración “No más muertes para llegar a Europa”, porque la muerte de quienes solo buscan mejorar su vida continúa convocándonos con su grito sepultado en el agua.
Las últimas, han sido siete gotas más en ese mar de pérdidas y dolor que padece el continente africano.
Hoy tenemos la suerte de contar con las palabras que nos facilitan un grupo de jóvenes africanos que la semana pasada reflexionaban sobre este drama en primera persona y nos hablan en nombre de África, en nombre de la tierra que les vio nacer y que no ha podido verles hacerse viejos entre los suyos.
Estas son sus palabras:
«Soy África. Todos me conocen y saben dónde estoy. Soy hermosa por dentro y por fuera; tengo desiertos infinitos, selvas y ríos que cuentan diferentes historias. Pero también llevo cicatrices que crecen cada día, ausencias que duelen y sueños que nunca vuelven.
Tengo una pena en lo más profundo de mi corazón porque mis hijos me dejan con la esperanza de encontrar algo mejor, y muchos no regresan a mí. Mis hijos buscan aquello que no encontraron en mi seno, no porque yo se lo haya negado, sino porque el mundo me ha saqueado y me ha olvidado. Cada día los veo partir, sabiendo que algunos nunca volverán, sabiendo que las olas reclamarán sus vidas antes de que puedan tocar otras tierras. Aunque algunos logran llegar, mis llantos son por aquellos cuerpos que flotan en el mar sin ninguna dirección.
El mar debería ser un puente para cruzar, pero se ha convertido en un cementerio de almas y sueños. Conozco cada cuerpo que se hunde en sus aguas. Sé sus nombres, sus historias, sus anhelos y sus ilusiones. Eran madres, padres, hermanos, hijos. Eran mis hijos. Y el dolor de perderlos me atraviesa el alma como un cuchillo afilado. ¿Dónde está la justicia para ellos? ¿Por qué sus vidas valen menos solo porque nacieron en mi suelo?
Soy rica en recursos, en cultura, en historia, pero también soy prisionera de la codicia humana y de la indiferencia de un mundo que cierra los ojos a mi sufrimiento. Me pregunto cuánto más debo llorar por mis hijos antes de que se entienda que ellos no emigran por elección, sino por necesidad. Cada patera que se pierde, para el mundo es solo un número más, pero yo no los olvido. Los llevo en mi corazón, aunque el mundo los deje atrás. Cada ola que veo y siento me recuerda a esos hijos e hijas que perdí porque buscaban un futuro mejor.
Mis lágrimas brotan porque sé que merecían algo más que una muerte solitaria. Me rompe el corazón ver familias destrozadas, hijos huérfanos, mujeres y niñas solas. Y mientras el mundo siga ignorándolos, mi llanto no cesará, porque ellos son y siempre serán parte de mí».
Esta tarde nos reunimos de nuevo para reivindicar el rostro humano de Europa, para volver a poner sobre la mesa de discusión política el valor de la fraternidad sin la que la libertad se queda en pura economía. Hacemos nuestro el llanto de África y de todas las madres que lloran por sus hijos e hijas.
Alguien que los llore,
ya no pido más que eso,
no espero que desaparezcan las fronteras
no creo que se borren muros y alambradas,
no cesarán las guerras
y las seguirán perdiendo los de siempre,
no cambiará el sistema, el dinero, el poder…
no habrá vías seguras para escapar del hambre,
para sacudirse de encima tanta injusticia,
para huir de la muerte.
seguirán llamando las familias,
seguirán buscando las madres,
añorando los hermanos,
extrañando las hijas.
No pido enterrarlos dignamente,
nos seguirán acompañando en la espuma del mar
o en una tumba sin nombre.
Ya solo espero que me siga estremeciendo el corazón,
que me duelan las tripas,
que las entrañas no se cierren para siempre,
solo pido que, también en este lado del mar,
haya alguien que los llore,
ya no pido más que eso.
Intentemos imaginar los nombres, los rostros, la edad, la familia… de estas últimas siete personas fallecidas. Ojalá que aprendamos a llorar desde la compasión y así que las lágrimas nos aclaren la mirada y sepamos descubrir en cada persona una ocasión para el encuentro y en ninguna de ellas una amenaza; ojalá que el llanto nos ablande el corazón y sepamos descubrir en toda persona una igual y desterremos por fin la palabra forastero, porque nadie quede fuera de ningún sitio ni de ninguna persona. Por eso, en recuerdo de sus vidas, hacemos ahora un minuto de silencio.
Y utilizamos la poesía de Pilar del Rio para expresar nuestra solidaridad con todas estas personas.
Y, una vez más, unimos nuestro silencio respetuoso y nuestra voz para repetir juntos estas reivindicaciones:
Mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de esta injusticia que supone tantas muertes para llegar a Europa.
Exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir esta vergüenza, y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar.
Exigimos que los distintos gobiernos, abran vías seguras de migración para las personas que se ven forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias.
Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares.
Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana, y nuestras administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.
NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO
Hace unos días nos preguntaba un persona cercana que si lo de las concentraciones por las Muertes en el Estrecho tenía sentido. La pregunta era con buena intención y nos hizo pensarnos lo que estamos haciendo. Pero si piensas y, sobre todo, si miras a alrededor y se llega a una conclusión: habría que concentrarse por todas las muertes injustas que se producen a nuestro alrededor pero no podemos.
Habría que concentrarse por las muertes en las guerras, todas muertes injustas, pero también por situaciones más cercanas: muertes por falta de medios en sanidad, en residencias de ancianos, muertes por negligencias en los trabajos para ahorrar dinero, muertes por estrés en trabajos inhumanos, muertes por falta de medios ante fenómenos adversos, muchas muertes injustas, la mayoría por motivos económicos, pero no podemos concentrarnos cada vez porque sería imposible.
Nuestras concentraciones van más allá de denunciar las muertes en concreto que se producen, que ya solo esto merece la pena por la dignidad de la vida de las personas que la han perdido. Nuestras concentraciones denuncian una forma sociedad donde la vida está perdiendo valor y se consideran solo cifras que al final no nos afectan, donde lo que manda es lo económico y esto se pone por encima de la vida del ser humano.
La semana pasada dos personas dejaron sus vidas cerca de la costa de El Ejido, dos personas de las que no sabemos su nombre, pero no son dos personas anónimas. Seguro que tenían familia y amigos que sabía sus nombres, conocían su vida y la compartían. Dos personas con su dignidad, sus sueños, sus anhelos, dos personas que intentando vivir se han dejado la vida. Pero no han dejada la vida porque si, han dejado la vida porque una sociedad injusta a nivel mundial los obligaba a vivir en la pobreza, a no tener esperanza, a necesitar escapar de una situación en la que no podían seguir viviendo, tenían derecho a no tener que migrar, pero tenemos que darle derecho a migrar si lo necesitan, a migrar con seguridad, sin miedo, sin pérdidas de vida.
Estas dos personas que han muerto solo serán, para muchos, un número, para otros ni eso, una pequeña reseña en un periódico. Para nosotros son el reflejo del sufrimiento que genera una manera criminal de entender la vida, una manera donde todo lo reducimos a lo económico.
Escuchamos la canción de «Un millón de muertos»
Si, creemos que hay que seguir denunciando estas injusticias y lo seguiremos haciendo. Sabemos que hay más voces haciéndolo y con ellas uniremos nuestra lucha por la dignidad, por cambiar las consecuencias de esta sociedad: la muerte para los que no llegan y la criminalización y la exclusión social para quienes consiguen escapar de la tragedia.
Por eso repetimos una vez más que estamos aquí porque no queremos sentirnos cómplices, mostramos nuestra repulsa ante este sistema injusto y nuestra solidaridad con sus víctimas, guardando un minuto de silencio.
Recurrimos de nuevo a la poesía de Pilar del Rio para mostrar nuestra indignación.
Y repetimos juntos, una vez más, nuestra reivindicación: – Mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de esta injusticia que supone tantas muertes para llegar a Europa. – Exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir esta vergüenza, y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar. – Exigimos que los distintos gobiernos abran vías seguras de migración para las personas que se ven forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias. – Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares. – Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana, y nuestras administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.
NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO