Este año me animé a ir a Marruecos. Sabía que Almería Acoge realiza viajes turístico-solidarios casi cada año, durante esos días libres que nos deja la celebración del Día de Andalucía También conozco a personas que trabajan en la Asociación, así que me apunté para conocer Tetuán y descubrir qué significa ese término: “turístico-solidario” Mi participación surgió de la mejor forma posible: entre cervezas con amigos entrañables, solidarios e implicados en la tarea de que el mundo sea un lugar para todas, y todos. He de reconocer que cuando me enteré de que había un día en el que conocíamos el proyecto que la Asociación desarrolla con jóvenes de la Medina me asaltó una duda ¿Y si, al final de todo, resulta que este no era mi viaje? Pero esperé, y ahora me alegro de ello.
La primera mañana allí resultó algo único, no solo por descubrir un sitio bonito, extranjero y con una identidad propia muy marcada. Sino también por el encuentro con los jóvenes con los que trabaja la Asociación, que resultaron ser cálidos en su acogida, muy simpáticos a pesar de su timidez, y generosos. De hecho, tras un juego de presentación y un cous-cous de pollo riquísimo, nos acompañaron por la tarde en nuestro primer paseo por la Medina, organizado como un juego de pistas, y generando una complicidad que rescatamos con cada encuentro a partir de entonces.
El segundo día conocimos el pasado romano de Marruecos visitando las ruinas de Lixus; su relación con Portugal, que se refleja en los restos de la fortaleza de Larache, y su presente mas inmediato como enclave turístico en Asiláh, un pueblo tranquilo en la costa atlántica.
Al día siguiente optamos por algo diferente; subimos a la montaña buscando el Morabito de Muley Abdessalam Ibn Machich, un lugar de oración en la cima de una montaña. De regreso a la carretera que nos llevaría a Chefchaouen vimos una comunidad de monos muy numerosa. Tuvimos la suerte de que la carretera estaba muy tranquila, y pudimos bajar del bus y hacer fotos hasta que decidimos que era hora de seguir nuestro camino. Chefchaouen es un pueblo precioso en la ladera de una montaña escarpada. Sus casas azules son uno de los referentes turísticos de todo Marruecos, y al pasear por sus calles entendí por qué. Ya de regreso a Tetuán visitamos a un amigo que tiene una tienda al borde de la carretera, nos invitó a té, nos enseñó el nuevo horno en el que cuece parte de los que vende en su comercio, y nos asesoró en las compras que hicimos.
Nuestro último día antes de regresar lo dedicamos a Tetuán. Por la mañana tuvimos ocasión de despedirnos de los jóvenes que habíamos conocido; también paseamos, nos reencontramos con amistades forjadas a lo largo de tantas visitas a la ciudad, y compramos. Por la tarde hubo un encuentro con una asociación de mujeres de la Medina. Fue un rato especial, de nuevo pudimos comprobar que son personas hospitalarias, cálidas en su acogida, y nos recibieron con mucha generosidad y alegría. Después de ese encuentro, dejamos el resto de la tarde reservado para la comunidad franciscana que había acogido a parte de nuestro grupo.
Hasta ahí, un viaje estupendo, bien organizado, con un presupuesto ajustado en el que en ningún momento escaseó la comida, horarios rigurosos, siempre bien acompañados por amigos locales, con buen tiempo y mejor compañía.
Pero si tengo que elegir algo que destacar de esta experiencia, me quedo con las personas: por una parte las que hemos formado este grupo de turistas solidarios, que hemos sido capaces de generar un grupo cohesionado; pero sobre todo por las personas que están allí, trabajando cada día, ayudándose entre ellas para hacer realidad sus sueños. Gracias a quienes desde aquí, a través de Almería Acoge, me han brindado una oportunidad única de conocer una realidad tan distinta a la mía. Al compartir su trabajo con nosotros nos abren los ojos del corazón para entender un poquito el por qué de la existencia de la Asociación. Espero que sigan organizando estos viajes, y ya estoy deseando volver a Tetuán con ellos.
Aurora BC