A pesar de la lluvia nos volvemos a concentrar, no hay más remedio, son ya 17 las veces que este año nos hemos concentrado en torno a esta cuerda. 260 nudos en esa cuerda de la vergüenza que tuvimos que completar porque se había quedado corta. La cuerda Corta, la vergüenza y la indignación cada vez mayores. Como escribía hace poco nuestra compañera Marga en la web de la Asociación, “como todos los días en los que nos reunimos, se hace un nudo por cada muerto en el mar… ya son demasiados, solo uno es ya demasiado. Como todos los días que nos reunimos, se lee un manifiesto y un poema y se te encoge el alma. Como todos los días en los que nos vemos en la obligación de reunirnos, gritamos en silencio, en silencio porque cada nudo en la cuerda es un nuevo nudo en la garganta” Ya son 260 nudos en la garganta, todos nos encogen el alma, y algunos de esos nudos, como uno de los que sumamos hoy, nos recuerda que no hay edad para la injusticia, no hay edad ni nacionalidad para la muerte, para este vergonzoso sistema que condena a muerte a tantas personas, también a tantos niños. No importa que sea un bebé. Nuestro mundo le niega el derecho a la vida, como a sus padres y hermanos. Nuestro mundo le niega el derecho a vivir con dignidad y lo condena a muerte, como a todas las personas que buscan escapar de la miseria o de la guerra.
Nuestros gobiernos no encuentran otra solución. No se nos ocurre otra cosa que reforzar las fronteras, elevar la vallas que nos separan, afilar las concertinas que laceran a quienes intentan saltarlas y firmar convenios para devolverlos, para expulsarlos lejos de nosotros. Los expulsamos en caliente o con frialdad, porque no parece que duelan las muertes. Nos preocupa mucho más mantener alejados a quienes se ven obligados a buscar el futuro lejos de su tierra, porque en ella hace tiempo que se lo robaron, que les expoliaron el futuro junto a las materias primas, la riqueza, la paz o la libertad. 21 nuevas muertes. 21 nuevos nudos en la garganta. 21 nuevas razones para reconocernos avergonzados, para mostrar nuestra indignación y nuestro rechazo a un sistema tan injusto como hipócrita, tan depredador como inhumano.
Gritamos con el silencio y la poesía de Pilar del Río, nuestro pesar y nuestra indignación.
“Mi hijo muere cada tarde en el mar.
Mi hijo tiene 18 años, y 26 y 32,
tiene todas las edades en las que hay fuerza, pasión y deseos.
Mi hijo sabe que la felicidad no consiste en tener cosas,
pero sabe que hay cosas imprescindibles.
Por eso no pospone su derecho a vivir, a habitar una casa humana,
a compartir con otros que siempre son sus semejantes su historia, su tristeza y sus sueños.
Mi hijo aprendió a aprender.
Mi hijo estudió, mi hijo trabajó en todos los oficios.
Mi hijo se respeta a sí mismo, respeta a su tierra, ama y es amado.
Mi hijo no nació para morir en el mar, ningún Dios lo castigó,
ninguna maldición lo obliga a ser esclavo.
A mi hijo lo mata cada tarde una forma de entender el mundo,
una manera criminal de gobernar
en la que el ser humano no es lo prioritario,
porque el hombre todavía no cotiza en bolsa,
porque los expoliados y olvidados no llenan los bolsillos
de los mil veces malditos que condenan a muerte a mi hijo
y luego besan con reverencia la moneda donde invocan a un Dios.
Con esa moneda que invoca a Dios
y con otras en que aparecen patrias,
los hombres que matan a mi hijo han comprado todas las perversiones y han
cometido todas las ignominias.
Mi hijo es negro, es indio, es blanco, es pobre.
El mundo es suyo, no lo parí en Marte,
no nació con un destino animal porque nació humano.
Mi hijo, cuando muere cada tarde,
seguirá viniendo a esta costa de Europa y del mundo
con su mirada valiente y abierta.
Mi hijo no se rinde,
necesita hacernos comprender que sin él no estamos todos.
Mi hijo, cuando muere, nos deja empequeñecidos,
y él no quiere que su muerte haga desaparecer de la tierra
las palabras más hermosas y los conceptos que nos dignifican.
Mi hijo no puede seguir muriendo
porque con él está muriendo nuestra civilización”.
Y, una vez más, juntos proclamamos nuestra denuncia y reivindicación
– Ante los reiterados naufragios que provocan tantas muertes para llegar a Europa, mostramos nuestra más absoluta indignación por la continua repetición de esta injusticia.
– Visto que el control de fronteras sirve, fundamentalmente, para que sigan muriendo personas, exigimos que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que se vuelva a repetir esta vergüenza, y garantizar la seguridad de las personas que se ven obligadas a migrar.
– Exigimos que los distintos gobiernos abran vías seguras de migración para las personas que se ven forzadas a dejar sus casas y familias por causa de las guerras, el hambre y las injusticias.
-Exigimos que se hagan todos los esfuerzos necesarios para respetar la memoria de las víctimas, para identificarlas y comunicar la desgracia a sus familiares.
– Nuestra sociedad pierde sus valores fundamentales si no reacciona de forma más humana y nuestras administraciones no pueden parecer, ni aparecer, como insensibles a esta dramática situación.
No más muertes para llegar a Europa. Por un Mediterráneo solidario.
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