Samuel tiene 5 o 6 años; bueno tenía, porque el pasado día 12, junto con otras cinco personas o siete o diez, qué mas da!, se ahogó su futuro en el Mediterráneo. Se ahogó el futuro de Samuel y el de su madre Verónica, junto con sus vidas, con sus ilusiones, con sus miedos, con sus deseos y sus temores, con su pasado vaya usted a saber cual.
Samuel se ahogó delante de nuestras costas porque nació en El Congo, una líneas más abajo del mapa. Si, más abajo porque aunque la tierra sea redonda sigue habiendo abajo y arriba, norte y sur en todas las latitudes; continúa habiendo vidas de primera, de segunda y de tercera, e incluso no vidas; personas que no cuentan, vidas que no importan, muertes que no son relevantes. Si hubiera sido el primero quizá habría aparecido en las portadas de los periódicos, pero no es el primero, y por desgracia no será el último, y eso tampoco importa. Quizá por eso ni siquiera se lo dijeron al alcalde de Barbate y ya no nos extrañamos, ya no nos escandalizamos, ya casi ni abrimos la boca para expresar la nausea que provoca una sociedad tan enferma, que nada le importa la persona que tiene al lado, y el de lejos ni te cuento. Y cuidado, que si llega a cruzar, encima será una amenaza; lo dicho, nausea no, lo siguiente.
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